En este post, Vadim Kravecenko habla de una realidad incontestable en cualquier equipo: las personalidades difíciles de tratar. Todos hemos experimentado la frustración de tener interactuar con ellos alguna vez.

Los equipos de desarrollo no escapan a esta realidad. Diría que incluso “somos” peores ya que, por desgracia, las habilidades sociales no se tienen muy en cuenta a la hora de contratar gente para ciertos puestos. Creo que esto irá cambiando en el futuro pero la realidad es que a día de hoy alguien que sea muy buen programador, encontrará un buen trabajo por muy imbécil que sea. Yo creo que esto es un grave error porque hay suficientemente gente buena como para no tener que permitir ciertas actitudes.

Pero, en todo caso, como mínimo es útil conocer los diferentes tipos de ingenieros software difíciles que nos vamos a encontrar y así vamos más preparados y les sacamos el máximo partido posible. Vadim identifica estos perfiles en su post.

El procrastinador

Pasa de seguir la planificación decidida por el equipo. Incluso cuando su tarea está bloqueando muchas otras y queda poco para el día de la entrega. Trabaja en lo que le da la gana y lo tuyo estará “mañana”.

La única opción es el “micromanagement”. No hay más remedio que ir recordándole las deadlines y vigilarlo de cerca para que no se despiste. Tendrás que hacer de canguro hasta que el proyecto acabe (e intentar que mejore o se mueva a otro equipo para el siguiente).

El lobo solitario

Cree ser el qué más sabe. Y el qué mejor puede decidir como implementar una funcionalidad. De hecho, sabe tanto, que no le hace falta discutir su estrategia con nadie más. De hecho, ni busca ni quiere vuestra ayuda. Su única contribución a las reuniones de equipo es criticar el trabajo de otros para decir que él lo hubiera hecho en dos días.

Si realmente es tan bueno como dice y no te puedes permitir prescindir de él, pues deja que se lo crea y búscale tareas muy especializadas donde realmente pueda trabajar solo. La alternativa es intentar que vea que de hecho no es tan listo y que juntos se va más lejos.

Yo añadiría que la existencia de un lobo obliga a hacer un trabajo también con los “corderos” para que entiendan, por ejemplo, porque a él se le toleran ciertos comportamientos que a ellos no. Que les quede claro que convertirse en lobos no es una buena estrategia para su futuro en la empresa.

El negativo

El que siempre pone pegas. No desde un punto de vista constructivo (ser realista y apuntar errores y dificultades en la planificación no es malo) sino como queja constante. Lo peor es que su negatividad puede llegar a contaminar el equipo.

Hay que hacer un esfuerzo para que entiendan que su contribución también tiene que ser traer soluciones y no sólo problemas. Y entender el porqué de tanta negatividad (¿no quiere trabajar?, ¿no sabe hacerlo y busca evitar proyectos que lo harían evidente?).

El que promete demasiado

Es casi el caso contrario. Éste siempre se ofrece voluntario para hacer lo más difícil en un tiempo récord. Y evidentemente no lo consigue. Puede que sea un problema corregible (si su problema es que es malo estimando el coste de desarrollar nuevas funcionalidades). O no si su problema es que busca más el hacerse ver e impresionar. En este último caso, sólo generará frustación.

El sabelotodo

Es una versión aún peor que el lobo solitario. El sabelotodo también se cree superior a los demás y no puede evitar “ilustrarnos” lo inteligente que es criticando nuestras ideas e imponiendo las suyas sin discusión. Digo que es peor que el lobo porque en este caso no hace ni el trabajo. Se limita a opinar y espera que los otros sean los que vean la luz y hagan el trabajo siguiendo su inspiración.

Si no consigues que entienda que a veces se equivoca y la unión hace la fuerza, mejor quitárselo de encima cuanto antes.

El silencioso

Es básicamente el perfil de un introvertido que no se atreve a participar en las discusiones del equipo. Ni cuando tiene (de verdad) buenas ideas. Hay que seguir un trabajo individual para que mejore su autoestima y confianza y entienda que puede llegar a ser un miembro importante del equipo. Y un trabajo grupal para asegurar que las reuniones de grupo son un entorno seguro e inclusivo que facilitan la participación de todos los miembros del equipo. Y proactivamente pedirle que dé su opinión.

El perfeccionista

Se pierde en los detalles. Todo tiene que hacerse perfectamente. Que el código funcione no es suficiente, tiene que estar perfecto. Y sí, siempre es mejor documentar, seguir al detalle los estándares de codificación, refactorizar hasta la última línea,… Pero no siempre se puede y eso le es imposible de entender.

Lo bueno es que muchas veces el perfeccionista acaba de salir del huevo (bueno, de la carrera) y le falta experiencia en el mundo real. Si es así, se cura con el tiempo.

El instigador de conflictos

Viven del drama y de generar malos rollos. Fácilmente llegan a cargarse el equipo entero con su actitud. Son incluso peores que los negativos que hemos visto antes. Aquí no hay ni discusión técnica, sólo manipulación. Puede que sea su manera de sentirse importante. Pero no importa su motivación real. A las manzanas podridas hay que echarlas sin perder tiempo.

El quemado

Antes eran de los mejores: proactivos, trabajadores, positivos,… Pero han perdido la ilusión y van al ralentí. No generan conflicto pero han dejado de ser una pieza clave. Lo bueno es que se pueden recuperar. Busca entender como se ha llegado a esta situación y dales el descanso o la motivación (¿cambio de proyecto? ¿de tecnología? ¿de tema/cliente?) para que vuelvan a ser los de antes.

Fijaros que los perfiles se pueden dividir entre los recuperables (y en estos casos, la recuperación se basa, antes que nada, en mejorar la comunicación con ellos) y los que mejor quitarse de encima cuanto antes mejor. Si os toca dirigir equipos de desarrollo es importante que sepáis identificar estos perfiles y qué hacer en cada caso. Y si sois un ingeniero, no está de más leer estos consejos y estas lecciones para ser mejor ingeniero.