Nos pasamos la vida rodeados de algoritmos (y muchos de nosotros, también programándolos). Hasta nos ayudan a optimizar las tareas del hogar.

Nadie discute que nos hacen la vida mucho más fácil, siempre listos a sugerir nuevas cosas que leer o comprar, nuevos sitios para visitar o canciones que seguro que nos gustarán. Hasta nos ayudan a encontrar a nuestra pareja ideal.

Pero estos mismos algoritmos acaban reduciendo nuestras elecciones a variaciones de lo que ya hemos visto. No porqué el algoritmo se acabe convirtiendo en un ente inteligente digno de un episodio de Black Mirror que quiera controlar nuestra mente. Simplemente porqué el algoritmo (por muy transparente que sea) persigue maximizar nuestra participación online y juega sobre seguro, limitándose a mostrarnos más y más de lo que nos gusta. Por ejemplo, el algoritmo que decide que vemos en Facebook tiene como función de recompensa primordial el tiempo que permanecemos dentro de Facebook con lo que no se arriesgará a enseñarnos historias que puedan no aburrirnos.

La mayoría de las veces, esto ya es lo que queremos pero hay que ser muy consciente que, al final, esto contribuye a separar más la gente en grupos y aumentar las desigualdades. Los conservadores se vuelven más conservadores ya que sólo ven noticias que refuerzan sus creencias. Lo mismo para los creyentes (o los no creyentes). O los fans del Barça.

Os pido que, como mínimo una vez al día, salgáis del caparazón algorítmico y, como muy bien dice David Kadavyhagáis algo que NO os haya recomendado un algoritmo. Él mismo os recomienda algunas maneras de lanzarse al vacío:

  • Busca una dirección sin preguntar a Google Maps. Intenta orientarte tu solo o, increíble, ¡pregunta a una persona!
  • Escucha música de forma aleatoria (pero asegúrate que es aleatorio de verdad y no “tus recomendaciones basadas en sesiones anteriores”). Más difícil de lo que parece.
  • Pasa de Amazon y ve a una librería a comprar un libro que te parezca interesante.

David va aún más allá y pide que un día los mismos servicios que nos avasallan hoy en día con recomendaciones personalizadas tengan incorporada una funcionalidad “anti-algorítmica” del tipo:

  • Twitter: Gente que creemos que no querrías seguir.
  • Facebook: Las noticias que no quieres ver.
  • Amazon: La gente que compró este libro nunca compró ninguno de estos.
  • Netflix: Pelis que seguro que vas a odiar.
  • OkCupid: Con éste no te irías a la cama ni loca.

¿Qué os parece? ¿Estamos abusando de los algoritmos de recomendación? ¿Somos cada vez más “ovejitas”? ¿Estamos perdiendo nuestra creatividad?

Y si sois fans de los algoritmos y no queréis prescindir de llos, siempre tenéis la opción que comenta David Perell: ¡crear vuestro propio algoritmo!

Y es que igual que se decía que somos la media de las cinco personas con las que pasamos más tiempo, ahora podríamos decir que somos la media de los cinco algoritmos con los que más tiempo pasas. De ti depende todavía el escogerlos.